Hombretierrafuego
APUNTES SOBRE LA CERAMICA Y SU EVOLUCIÓN
Antes de pintar un bambú,
tiene que crecer dentro de uno.
Su Dongpo
Un impulso universal del hombre, en todas las
civilizaciones, ha sido el trabajar con tierra, ya sea por necesidad
doméstica o espiritual. A través del tiempo, la
práctica de la alfarería se ha mantenido viva
y vital, adaptándose al desplazamiento de las culturas
por el mundo entero. Gracias a ese impulso del hombre, de transformar
la tierra en cerámica, es que conocemos los pueblos de
la antigüedad, cuyas costumbres y sueños quedaron
grabados en este frágil pero duradero material: la arcilla.
Investigar la evolución de la cerámica es al mismo
tiempo reflexionar sobre la historia del Hombre. La alfarería,
compañera de la vida y la muerte del ser humano, ha labrado
una silenciosa crónica, paralela a la epopeya de la civilización.
En todas las culturas, el alfarero es quien despierta la tierra
dormida, transmitiendo un sentido de inmediatez a las formas
de lo cotidiano, formas que tenían que ser útiles
tanto como debían ser bellas. El ritual del alfarero,
como el de un chamán, tiene por objetivo despertar la
creación, los sueños, las visiones, y darle forma
a la energía de la naturaleza y el cosmos.
Desde tiempos arcaicos esta herencia creativa forjó las
formas de los utensilios, la música de los ritos, los
rostros de los dioses, y con ellos los mitos que se transmitían
de generación en generación, como un lento relámpago
que iluminó durante miles de años la faz del planeta.
•
Los alfareros desarrollaron tradiciones únicas,
reflejando e imprimiendo así el modo de vida y costumbres
locales en su versátil material. Según la situación
geográfica, el periodo histórico y las propias
necesidades culturales y regionales, van ajustándose
las múltiples técnicas de factura, los numerosos
estilos de diseño, los colores y decorados, y definiéndose
las formas, funciones y significados de los productos que emergen
cristalizados por el fuego.
Universalmente, la greda, la materia prima más próxima
al hombre, ha sido usada desde la prehistoria en todas las culturas
y todos los continentes. El alfarero utiliza el fuego para transformar
la greda en diversos productos que han acompañado siempre
al ser humano: desde utensilios de uso cotidiano para transportar,
almacenar y cocinar alimentos, esculturas de culto u objetos
ceremoniales de uso ritual, tabletas para la escritura o sellos
de arcilla, coloridas y brillantes baldosas para la decoración,
hasta la construcción del hábitat, refugio de
la vida, y de la tumba, refugio de la muerte.
La cerámica más antigua del mundo es la encontrada
en el sur de Japón, realizada hace 12.000 años,
en la cultura neolítica Jomón. En la extensa historia
de la cerámica oriental resalta la influencia de la filosofía
Zen, que la ilumina y origina un gran cambio desde un punto
de vista artístico. La austera estética del Zen
evita cualquier elemento que distraiga del sentimiento de la
soledad y el vacío. Uno de sus principios básicos
es el gusto por lo sencillo, lo tosco o inacabado, cultivando
esa interioridad ejemplarizada en el equilibrio de la ceremonia
del té, ritual que produjo un refinado estilo
de cerámica en los utensilios que se le destinan. Estos
objetos consiguen un impacto esencial: la belleza serena, pues
el Zen reduce los elementos formales a una mínima expresión,
una forma limpia, en la que el vacío se convierte en
una inmensa presencia: El mejor arte es aquel que carece de
artificio y sale del corazón.
En América, la fabricación de la cerámica
marcó un desarrollo crucial de las culturas prehispánicas,
pues fue una de las manifestaciones artísticas más
importantes de muchos pueblos del nuevo mundo. La alfarería
americana más antigua que se conoce pertenece a la región
de Valdivia (actual Ecuador) y data de 3000 A.C.
En este continente el torno de alfarero fue desconocido, lo
que significó para los artesanos liberarse del sometimiento
a las formas circulares y dar rienda suelta a la fecunda fantasía
del modelado, con una exuberante originalidad en los diseños
y una temática simbólico-religiosa de una variedad
alucinante.
•
Los secretos de la cerámica emigran,
se desplazan y se difunden por el planeta, sobre los mares,
junto a conquistadores, navegantes y comerciantes. Viajan las
cerámicas por las rutas del comercio, de continente en
continente, tal como el preciado “oro blanco”, la
porcelana de Oriente tan admirada en la Europa del barroco.
Este traspaso y difusión de información acerca
de la diversidad cultural de estilos y técnicas enriquece
y ayuda al desarrollo de la alfarería.
Diversas influencias y situaciones tejen la dinámica
articulación histórica, en la gestación
y desarrollo de la cerámica en Europa. Se podría
citar, como ejemplo, la de España, un país con
una rica y sofisticada herencia de la cerámica islámica,
donde la alfarería y sus técnicas se desarrollan
especialmente después de 1600, en el reinado de Felipe
III, quien promulgó una pragmática sanción
que prohibía la fabricación y el uso de objetos
de oro y plata, con el fin de controlar el lujo. La consecuencia
inmediata de esta ley fue el incremento de la demanda de vajillas
de loza. En este período, centros manufactureros como
Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo alcanzaron durante
el Siglo de Oro una popularidad y una difusión tal, que
se convirtieron en los mayores proveedores de loza del reino,
exportando grandes cantidades a todo el continente americano
virreinal, originando así fuertes huellas en la producción
cerámica local. En Puebla, México, todavía
se produce una cerámica inspirada en la castellana, que
hoy día se conoce como el Talavera Poblano.
•
En cuanto a la cerámica moderna, muy
importantes en sus inicios fueron las Exposiciones Mundiales
realizadas en Europa a fines del siglo IX. Estas ferias, que
exhibían productos provenientes de las colonias africanas,
de América y del exótico Oriente, abrieron como
una caja de Pandora el espectro del mundo visual europeo.
Una explosión de nuevas ideas e imágenes inundó
a los urgidos artistas, ávidos de información,
que absorbieron estos datos para la reconstrucción de
una nueva mirada. Fue un momento de intensos proyectos, en nombre
de “la nueva cerámica”, movimiento seguido
con pasión por intelectuales, artistas/alfareros, manufacturas
del Estado y talleres locales. A finales de 1880, por primera
vez en la historia de la cerámica, los artesanos usaron
el titulo de artistas.
Técnicamente, resurgió un gran interés
por el gres y las técnicas de la quema a alta temperatura.
Hasta ese momento, el gres tenía una pobre reputación,
según la tradición alfarera, por ser la técnica
usada para los artículos más rústicos.
A fines del siglo XIX los artistas se interesaron en el arte
primitivo y etnográfico, revalorizando los estilos decorativos
nativos y redescubriendo así los materiales naturales,
preindustriales. El interés de los artistas occidentales
por el arte y artesanía oriental ayudó a cambiar
la estética de la cerámica europea, trasformando
el gres en un codiciado material artístico, especialmente
como material escultórico. Una de las mayores influencias
en la cerámica moderna fue la del arte oriental, especialmente
el de Japón, que influyó al centro del mundo cultural
de ese momento: París.
En esta atmósfera, uno de los primeros artistas en trabajar
y experimentar en cerámica, con la técnica del
gres, fue el pintor simbolista Paul Gauguin, inquieto artista
que se identificaba con lo salvaje y con las culturas primitivas.
Por su ancestro peruano, fue el arte precolombino la primera
manifestación artística que conoció, pues
su madre coleccionó cerámica arqueológica
andina. Gauguin se inspiro en esas complejas y diferentes piezas
desde el punto de vista europeo, para producir un notable conjunto
de obras que realizó con esta técnica. Sus imágenes,
que surgen de huacos, eran modeladas sin usar el torno. Como
escribe en 1895: “Mi meta es transformar el eterno vaso
griego y reemplazar el torno por una mano inteligente, que pueda
infundirle vida como a una obra de arte...“ (En el siglo
19, la mayoría de los artistas que trabajaban en cerámica
restringía su actividad a la ornamentación, o
a producir modelos en cera para que un artesano los realizara
en cerámica; ellos no manipulaban la greda directamente,
perdiendo así esta vital conexión).
A principios del siglo XX, la cerámica moderna toma un
rumbo alternativo a la formalidad a que estuvo sometida. Navegando
activamente por la historia del arte y del diseño, se
explora tanto la alfarería como la escultura en cerámica.
Importantes contribuciones estilísticas y formales fueron
aportadas por grupos de artistas visuales y alfareros que experimentaron
con cerámica: los expresionistas alemanes, los fauvistas,
los suprematistas rusos, así como el taller de cerámica
de la Bauhaus, que pregonaba que había que “arrasar
con la muralla arrogante entre artista y artesano”. Importantes
contribuciones al conocimiento del proceso y la tradición
de la cerámica oriental realizaron los ceramistas Shoji
Hamada y Bernard Leach.
A mediados del siglo pasado, importantes pintores y escultores
–tales como Picasso, Miró, el grupo Cobra, Noguchi,
y Lucio Fontana– se incorporaron al trabajo de las artes
del fuego, con una sorprendente diversidad de visiones, usando
la cerámica como una forma de expresión directa,
visceral, e instalándola en los itinerarios del circuito
de arte.
•
El barro húmedo es vibrante. Como dijo
Peter Voulkos (1924-2002), importante figura de la cerámica
contemporánea: “Cuando tocas la greda, se mueve
y hay que aprender a bailar con ella; está animada...”.
Voulkos estudió pintura antes de dedicarse a la cerámica,
absorbiendo el momento artístico que se respiraba en
Estados Unidos a principios de los años ’50. Su
manera de trabajar el gres fue comparada con el jazz, por su
calidad experimental e improvisación, y fue descrita
como “liberación de la ansiedad en el oficio”.
Con él, adquirió un fuerte protagonismo el trazo
visceral, el gesto espontáneo, convertidos en objeto
artístico, dotado de significado completo en sí
mismo. ¡Y qué mejor que este táctil material
para expresar la energía transferida directamente por
los gestos de la mano, por los trazos de los dedos, experimentando
con pasión los accidentes imprevistos de la manipulación
de la cerámica!
La semilla de este gran artista llega a Chile a través
de los estudios que realizó la fundadora del taller Huara
Huara, Ruth Krauskopf, en la Universidad de California, donde
Voulkos fue su profesor en el taller de escultura.
•
Desde la perspectiva occidental, la cerámica
ha sido durante mucho tiempo considerada como una actividad
artesanal, un arte menor. Pero hoy la cerámica
está gozando en nuestra cultura un generalizado renacimiento,
tras años de relativa oscuridad. Los curadores miran
hoy con más atención este antiguo conocimiento,
y las formas y métodos con que artistas y artesanos han
trabajado este adaptable material en los últimos cien
años.
Coexistiendo con la tradición, conocidos artistas, desde
muchas disciplinas, se asociaron a la cerámica aportando
su vigorizante visión. Gaudí, Malevich, Duchamp,
George Ohr, Lucie Rie, Paul Soldner, Jun Kaneko, Betty Woodman,
Chillida, Tápies, A. Caro, Tony Cragg y J. Koons, entre
muchos otros, han contribuido al actual auge de las “artes
del fuego”.
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En Chile, escultores como Samuel Román,
Rosa Vicuña y Luis Mandiola son pioneros en trabajar
escultura en cerámica. La alfarería popular ha
estado presente en la vida diaria desde la colonia hasta nuestros
días, con notables centros de larga tradición,
como Quinchamalí y Pomaire. También Lota, abierto
en los años 40, fue un importante centro de alfarería
industrial que produjo abundante loza funcional y decorativa.
En las últimas décadas ha surgido el ceramista
de taller , como se designa al alfarero que tornea, modela y
quema piezas únicas, desarrollando una estrecha conexión
entre el diseño, la alfarería y la pintura, revitalizando
así la alfarería urbana. A este respecto el taller
de cerámica Huara Huara ha sido uno de los focos de estímulo,
en Santiago, para que desde el espacio de la experimentación
y del cultivo del barro los ceramistas estén atentos
a lo que dictan la tierra y el fuego. La meta es continuar buscando,
revitalizando esta tradición, convirtiéndola en
un camino de exploración del arte de la sorpresa.
Benjamín Lira